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Cristina Rivera Garza: “Las feministas” y “Música de fondo”

Este texto lo presentó Cristina Rivera Garza en el Salón Berlinés el 08.09.2025 junto con Elza Javakhishvili.


La traducción fue posible gracias al auspicio del Senatsverwaltung für Kultur und Gesellschaftlichen Zusammenhalt y se ha realizado en el marco de una colaboración entre el Salón Berlinés y alba.lateinamerika lesen e.V.


Moderación: Ingeborg Robles y José Luis Pizzi

Lunes a las 19:00 h, Crellestr. 26, 10827 Berlín



Las feministas


Pronunciaban la palabra. La escupían. La celebraban.

Corrían.


(Atrás de este vocablo debe oírse el pasar del viento.)

Hablaban a contrapelo. Interrumpiéndose.

Ah, tan descaradamente.

Vivían a la intemperie, que es el mismo lugar donde sentían.

Supongo que así nacieron.

No sabían de refugios, de techos, de amparos,

de patrocinios.

Estaban heridas de todo (y todo aquí quiere decir

la historia, el aire, el presente, el subjuntivo,

el contexto, la fuga).

Agnósticas más que ateas. Impactantes más

que hermosas. Vulnerables más que endebles. Vivas

más que tú. Más que yo. Estoicas más que fuertes.

Dichosas más que dichas.


Intolerantes. Sí. A veces.


¿Mencioné ya que eran brutales?

Caminaban en días de iracunda claridad como musas

de sí mismas

(eso ocurría sobre todo en el invierno cuando

los vientos del Santa Ana iban y venían

por los bulevares de Tijuana, arrastrando envolturas

de plástico y el polvo que obliga a cerrar los ojos

y negar la realidad)

a la orilla de todo, bamboleándose

eran la última gota que cuelga de la botella

(la mítica de la felicidad o la aún más mítica

que derrama el vaso o el sexo

impenetrable en la mismidad de su orificio)

y caían.


El colmo.

La epítome.

El acabose.


(Por debajo de estas frases debe olerse el tufo que deja

tras de sí el viento horizontal.)


Supongo que solo con el tiempo se volvieron así.

Con hombres o, a veces, sin ellos, besaban

labiodentalmente.

Y se mudaban de casa y se cambiaban los calcetines

y preparaban arroz.

Y bajaban las escaleras y tomaban taxis y no sentían

compasión.

Decían: Este es el viento que todo lo limpia.

Y pronunciaban la palabra. Enfáticas. Tenaces.

Prehumanas.


Tajantes. Sí. Con frecuencia.

Conmovedoras más que alucinadas. Sibilinas más

que conscientes. Subrepticias más que críticas.

Hipertextuales. Claridosas.


Estoy segura de que ya mencioné que eran brutales.


Fumaban de manera inequívoca.

Cambiaban de página con la devoción y el cuidado

minimalista de las enamoradas.

Siempre andaban enamoradas.

En los días sequísimos del Santa Ana elevaban

los rostros y se dedicaban a ver (podían pasar horas

así) esas aves que, sobre sus cabezas, remontaban

lúcidamente el antagonismo del aire.


Y el Santa Ana (y aquí debe oírse una y otra vez

la palabra) (una y otra vez) despeinaba entonces

sus vastas cabelleras ariscas. Sus cruentas pestañas

(una y otra vez).


Música de fondo

A veces se quitaban la piel y la colgaban

de los tendederos. Eso sucedía las mañanas

en que amanecían exhaustas, las mañanas

en que estaban a punto de decir no-aguanto-más.


Y la piel ondeaba de cara a la luz más preciada.

Y la piel se mecía en los brazos del viento, que son

los Brazos de Nadie, como si no existiera en realidad

ninguna razón para morir.

Olorosa a tacto y a pólvora y a flores de plástico

y también a limón, la piel mostraba sus cicatrices

con esa indiferencia que frecuentemente se confunde

con el orgullo.


Era un cuadro de aspiración bucólica y de belleza naif.


Si no hubiera sabido que eran sus pieles,

sus pieles en esas mañanas en que estaban muy cerca

de sumergirse, habría podido pensar que se trataba

de un spot televisivo al que sólo le faltaba la música

de violines y de hachas.


Autora Cristina Rivera Garza
© Annette Hornischer

Cristina Rivera Garza nació en Matamoros, México. Es socióloga, historiadora y escritora. Su obra incluye novelas, relatos cortos, poemarios y libros de no ficción. Ha sido premiada, entre otros, con el MacArthur-Award, el Anna-Seghers-Preis y, en 2024, con el Pulitzer-Preis por “El Invencible Verano de Liliana”. En 2025, Rivera Garza es Curator in Residence del 25.º Festival Internacional de Literatura de Berlín.

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